El Castillo conserva en su subsuelo más de dos mil años de Historia, remontándose su fase más antigua a la cultura celtibérica. En época andalusí albergó una importante fortaleza, que protegía el camino entre Zaragoza y Valencia, y desde la que se administraba un amplio distrito. Conquistada por Alfonso I en 1120, en la segunda mitad del siglo XII fue cedida a la Mitra de Zaragoza, que construyó el castillo que ha subsistido hasta nuestros días. Éste llegó en buen estado hasta el siglo XIX, pero sufrió importantes desperfectos durante las Guerras Carlistas.
Contamos con un documento fechado en 1532, que describe detalladamente el edificio. Indica que se accedía a través de un puente (que podía desmontarse en caso de peligro) y de una doble puerta, contando con seis torres, las del molino de sangre, descubierta, fendida, mocha, tajada y celoquia.
También tenía múltiples dependencias, que reflejan la diversidad de funciones que desempeñaba: bodegas, caballerizas, granero, aljibe, cocina, despensa-fresquera, fregadera, molino de sangre de dos ruedas, etc. Destaca el arsenal, que en el siglo XVI aún guardaba un importante lote de armas. Junto a éste, se encontraba la sala noble, desde la que se accedía a una galería cubierta y a un mirador.
De estos elementos, actualmente sólo se ve una pequeña parte, destacando el monumental paredón de sillería de la torre celoquia o del homenaje. Pero en el subsuelo de la fortaleza se conservan muchas más estructuras, a la espera de que futuros estudios arqueológicos las saquen a la luz.